En busca de un cuento:
Ambos nacieron en aquella casa construida para que fueran felices.
Apenas con dos años Caro y Vitti perdieron a sus padres. Es por eso que vivían con sus abuelos.
Felices, risas, sueños, cuentos, nunca faltaban.
Con 4 y 5 años Vitti más que Caro, sabía contar la historia en la que un gigantesco Dragón, conducía a la encantada princesa hacia su felicidad. Si hubiese tenido que escribirla, seguro llenaría 4 páginas.
Con la adolescencia, Caro no sabía dormir sin los bellos cuentos, que su hermano aprendió a contar escuchando a los abuelos narrar historias fantásticas de hadas, duendes, castillos encantados, príncipes y princesas rodeadas por malvados. Eran temas favoritos de los ancianos, para entretener la infancia de los pequeños.
Caro hoy se ha levantado de mal humor, nadie sabe el por qué. Gruña y habla en voz tan baja, que no puedo comprender lo que dice… esperen un momento tratemos de escuchar:
_ ¿Dónde estará?…ya verá cuando lo encuentre, seguro que no quiere. No quiere, esa misma es la razón de su desaparición.
Me parece que es eso lo que le escucho decir. ¿Ustedes también?
Cada uno de los muchachos tiene sus deberes en el colé y en casa, forman entre los cuatro una familia organizada. Verán:
Cada noche antes de acostarse el abuelo Ramón reparte las tareas para el día siguiente, es por eso que pueden ver a Caro muy ocupada. Le toca recoger el cuarto que comparte con su hermano. Por cierto, _que es bastante desordenado Víctor Manuel_. Además, limpiar la conejera y cortar la hierba para dar de comer a los animales. Todo eso, antes de sentarse a hacer las tareas escolares.
_ ¡Víctor Manueeeeellll!_ ¿escucharon? esa es la voz de Caro. Llama desde el traspatio. Deja ver si es ella, mírenla busca a su hermano. Al menos eso parece. Ya casi está entrando a la casa.
_ Abuela ¿has visto a Vitti?_ Casi son las seis y no lo encuentro. Después, no lo querrá hacer_ cuestionaba ante la abuela, que la miraba con cierto aire de despreocupación.
_ ¿Abue me estás escuchando? Te pregunto por mi hermano. ¿Lo has visto?_
La abuela con mucha calma, levantó la vista de su tejido, se ajustó las grandes gafas y con aire despreocupado contestó: _ No ha pasado cerca de mí en toda la tarde_ sin más, volvió a concentrarse en su labor.
Caro siguió su camino, entre las manos llevaba el bote del agua para los conejos. Sin darse cuenta, la derramaba por todo el piso. Abue lo notó, pero nada dijo, sonrió para si misma.
_ ¡Víctor!, ¡Víctor! Dónde estás, te necesito ya mismo_
Caro registró bajo las camas ya organizadas por ella, tras los estantes de los libros; las cazuelas; los juguetes y hasta en las herramientas del abuelo.
Su hermano pequeño no apareció. Contrariada continúo sus deberes, debía estar lista sentada a la mesa a las siete. Faltaban 15 minutos. Allí tendría que aparecer él, era la hora sagrada de cada día.
Miró bien para todos los rincones de la casa antes de entrar al cuarto de baño. No le vio. A punto de entrar la abuela inocente, le indicó:
_Secarás el agua derramada en el piso_ ¿Agua, yo?_ contestó malhumorada Carolina mirando el piso mojado. _ Vale abue, también lo haré_. Con la fregona en la mano, escuchó a la abuela preguntar:
_ ¿Encontraste a Víctor Manuel, Carolina?_ No_ contestó molesta la jovencita.
_Y... ¿Puedo saber para qué le buscas?_
_ Desde ayer lo prometió _ fue su única respuesta entrando al cuarto de baño disgustada.
Abuela Margarita, esperó paciente frente a la puerta del baño, debía estar segura de escuchar el sonido del agua en el cuerpo de su nieta. Entonces y solo entonces, dio la señal acordada sonriendo.
Pero… si es Víctor, saliendo de debajo del inmenso butacón donde teje la abuela. ¡Ella lo sabía! Eh… fíjense bien, ese que se acerca sonriendo, es el abuelo Ramón. ¡También es cómplice!
Los cuatro frente al baño esperan por Carolina que con el nombre de Víctor en los labios, abre la puerta con todos los pelos parados, para sorprendida y con voz lastimosa implorar:
_Víctor, Vitico de mi alma ¿me harás o no el cuento de la piedra encantada? ¿A que si?
Todos, hasta el tío Ricardo que llegaba sin nada saber, rieron de buena gana al escuchar a Víctor contestar:
_ Que siiiii_
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