junio 26, 2010

¡Goles con danza!

No todos estaban, no podrían. Se quedarían sin butacas: lleno completo. Cada quien una razón, un motivo, una ilusión mezclada con orgullo.
Alguien pudo pensar que Iker podría obtener allí el triunfo para su equipo, se equivocó de partido, de movimiento. Allí no estaba el gol que le daría el triunfo frente a Chile.
Esta espectadora, lo sabía.
El terreno propicio para derrochar energías, instaba los rápidos, flexibles, acordes, firmes, seguros, graciosos y hasta temerosos movimientos de los cuerpos. Danzaban en un solo equipo rítmico o destacaban en lo individual.
Esperé ansiosa el telón. Más por los entrenadores, entre los que me sentía parte, que por los protagonistas de aquel “juego”. Los sabía ansiosos, agotados, ilusionados y por qué no; presuntuosos. Se lo jugaban todo tras un año de esfuerzos. Dicen que también una semana intensiva. Disfrutaban del agotamiento, algunas con el peso de dobles jornadas.
Todos, todas, ansiaban escuchar la señal de inicio.
Se abrió el telón del Gran Teatro de Córdoba en una cita inusual; mientras España se jugaba el pase a los octavos de final, el profesorado del Conservatorio Profesional de danza Luis del Río, aspiraba a dar argumentos para nuevas subvenciones y presupuestos.
Allí estaban sus alumnos y colectivos de familias. Por supuesto estaba yo, privilegiada con la siempre amistad solidaria, que facilitó mi deleite desde la butaca 4 de la platea 8. Gozosa; aunque lo hiciese con otro nombre. Imaginándome la única espectadora cubana, pedagoga, negra y por demás… ajena al futbol, en toda la sala.
Con los compases comenzó el doble partido, a mi lado un abuelo insistía en una doble faena, la vista fija en el escenario, el oído atento a la radio portátil. Lejos de saber, que a su compañera de butaca, para nada interesaba el fútbol, porque mi cita; era con la danza.
Justo encontré aquello que buscaba, pequeño/as, adolescentes, jóvenes regalaron movimientos naturales, sensibles y realistas, acordes, al nivel de desarrollo alcanzado junto a sus maestros.
En delicado intento por mostrar movimientos paralelos para el lenguaje de la danza, avanzaban las jóvenes “Sílfides” con los acordes de un Chopin, que no lograba imaginar siquiera que tan pequeños cuerpos giraran al compás de su música.
Aprendí que la vida puede convertirse en vals o mejor; un vals puede hacerla grata desde su concepción.
Disfruté “Tientos y Tangos”, “Baños olvidados y maravillosos”, “Horas de danzas” y vibré “La Primavera” de Vivaldi.
En unos destacaba la técnica, en otros la gracia infantil, los más trabajados, la osadía de los que ya se enriquecen con fragmentos de aire y estilo.
Logré moverme entre pasos del ballet clásico, español y contemporáneo, me quedaron fuerzas para el último tiempo de partido. Como todos, renuncié a la tarjeta roja.
Faltaba el penalti en aquella Liga de Campeones. Algún entrenado/ar para darme gusto seleccionó al flamenco, para cobrarlo.
Ay de mí que de pronto me vi de pie en aquel inmenso terreno batiendo palmas, gritando ese inconfundible: ¡“Olé”! Que en sonido diferencia comunidades autónomas, en cada partido.
Recordé que jugaba con nombre robado más no acepte la tarjeta amarilla, apasionada, quise llevarme una instantánea de aquel hermoso encuentro.
Ya en la portería casi rodándome las lágrimas de nuevo, recordé gritar: ¡Olé Torito!
Salí, llena de esperanzas para que la crisis no barra nuevos encuentros.
¡Sueño con que mis colegas logren finanzas, para ganar…. series por la danza!

Córdoba, 25 de junio, 2010.

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