Loca que es ella, no pongan esa cara, estoy hablando de mi amiga Teca, mira que decir que en el almacén viven hadas.
Aunque lo mejor de todo no es su locura. Esa es más que pequeñita. La grande y verdecida, es la “guayaba” de decirnos que todos los días ella conversa con las hadas.
Óiganme lo que uno tiene que aguantarle a los amigos.
No digo lo que no se debe decir. Ni columnas, perdonen siempre olvido que se dice calumnias. Ni mentiras. Tampoco que me tomen por tonta.
Está bien que haga sus cuentecitos y una pase el rato en el almacén entretenida. Pero de ahí a montarse una película con eso de conversar con las hadas, más que mentira es pura columna, sch… siempre digo mal la palabrita. Ya saben eso de acusar a alguien con maldad y diciendo además una mentira. Mira que afirmar eso de:
_¡En este almacén viven muchísimas hadas!” – Le zumba lo de la gorda.
A ver vamos a pensar lo que ella dice. Si se fijan bien, hasta exagera en la cantidad. No se conforma con una, tienen que ser, muchiiisimas, las hadas.
Después en mi casa no quieren que diga que los gordos todo lo ven aumentado de volumen como ellos. Digo volumen porque los gordos tienen por todos los lados, alto, ancho y largo. Por todas partes hay masas. Como para ellos las cantidades siempre tienen que ser bastantes, pues allá va ella, a exagerar en todo.
Claro que el almacén se prestaba para cualquier invento. Está en lo alto y al fondo de la Biblioteca de nuestro pueblo, donde nadie nos escucha cuando allí nos reunimos. El espacio es grande, rellenito de cajas de libros, que se elevan unas encimas de las otras casi hasta el techo.
Pegado a las paredes hay estantes con divisiones sobre las que la Abuela Margot, tiene colocados los libros más grandes que he visto en toda mi vida.
Recuerdo una vez en que buscábamos una palabra dificilísima para hacer la tarea y Teca tomo un libro casi del largo de mi brazo, con tapas carmelitas y el ancho más grande que el largo de mis manos. Dijo ella que era algo así como una Enciclopedia. Cuando lo abrimos tenía una dedicatoria con pluma de tinta dorada que decía:
“Con mucho amor para Marga, de su hada madrina,Tula. Noviembre de 1907”.
La cosa estaba clara, todos sabíamos quien era Marga, pero lo que más llamó nuestra atención en primer lugar, fue eso de “su hada madrina” y lo más raro el año 1907. Matemáticamente se darán cuenta que la abuela Marga, no debía estar viva en ese año. Oigan que desde entonces han pasado como 100 años.
Todos miramos a Teca y al mismo tiempo comenzamos a preguntarle cosas:
_De 1907 hasta ahora van…- sacaba cuentas pensativo José Rolando, negando con su cabezota- no si es que no podría ser-.
_Marga fue a la escuela con mi abue, que tiene 67, esto esta raro- anunciaba Alberto. _ Será que eso lo escribió pudiera, pudiera ser… pero...
_Aquí hay alguna cuenta mal_exclamaba Anastasia, que siguiendo la lógica de Alberto ya pensaban mal de Teca.
Todos nos quedamos mirándola, yo como la conozco, simplemente callé para esperar de que lado de su cabeza se sacaría la idea, para alumbrar su nuevo cuento.
Ese día Teca llevaba una bata azul con dos grandes bolsillos a los lados, en los que rápidamente comenzó a buscar algo. Nadie se movió de su lugar, quietos, tranquilos, esperábamos por donde empezaría la historia. Pero ella, como siempre que quería sorprendernos, bajo la cabeza y se entretuvo en mirar dentro de sus bolsillos.
Alberto, el desesperado Alberto que no le dejaba pasar una, ni verde ni madura, habló por todos:
_¿Vas a aclarar o no? Empieza, en que año nació tu abuela, quien es esa hada madrina. Y no vengas con cuentecitos que aquí hay gato encerrado_.
La Teca, nos miro de nuevo seria, agarró su bata por cada lado y se sentó con las piernas cruzadas y la cabeza gacha para comenzar diciendo:
Hacía maravillas el hada madrina, cuentan que en una ocasión en que al servir la mesa recordaron que a la abuela Marga no le gustaba el garbanzo, dándose cuenta que ya era tarde para encontrar una solución, Tula nadie más que ella, sacó de debajo de la mesa un plato de chicharros. Se lo imaginan asombroso.
En otra ocasión en que mi abuela pequeña aún, lloraba desconsoladamente porque se le había perdido su perro Mantequilla, Tula tomo un ramito de crisantemo, lo picó en 10 pedazos, los colocó dentro de un saco grande y lo puso a orillas del río. En menos de una hora cuando se acercaron para ver que había pasado con el invento el saco se movía.
Asombrados se quedaron, los que a aquel acto de magia asistieron cuando vieron salir del saco a Mantequilla. Movía su rabo de un lado a otro como muestra de alegría y agradecimiento.
Pero el mejor día fue el del premio. _¿Premio?acabarás de una vez_ dijo Alberto.
_Déjala que siga esto se va poniendo buenísimo _rogó Anastasia.
Teca sin prestar atención a los comentarios continúo.
Anunciaron en el pueblo, que darían un premio, a aquel que pudiese convertir la noche en día.
Todos preocupados, dando por imposible aquello que se pedía dedicaron horas a pensar.
Así que tumbadas al sol en las tardes de domingo, sobre la ladera de la montaña del pueblo, mi abuela y su hada madrina Tula, se dedicaban a pensar en cómo lograr aquello que pedían. Convencidas de que algo podrían hacer por ganarse aquel premio.
_¿Y que era el premio?_ preguntó inocente María.
Abue Marga es hija de Clemencia, la hija de Tula por lo que mi abuela Marga, es bisnieta de mi bisabuela Clemencia que es hija de mi tatarabuela Tula. A mi abuela le pusieron ese nombre por Tula que desde pequeña le encantaba cambiarse los nombres, por lo que decía a todos que en vez de llamarse Tula, se llamaba Marga y…
_¡Aguanta un momento!_ gritó Alberto con énfasis, eso huele a enredo, a mi no me vas a tupir. O aclaras cuántas Tulas y cuántas Margas hay en este rollo o no entenderemos nada. Dale, empieza por ahí, ya después aclararemos las cuentas.
La Teca despacito, siguió registrando sus grandes bolsillos y sin mirar a nadie continúo su cuento:
Tula, tatarabuela y hada madrina de Marga dicen todos en mi familia que 20 años era maravillosa, linda, inteligente y protectora, como además era hada, eso la hacía mucho más interesante para todos en el pueblo. Así que como todo el mundo se fijaba en ella pasaba mucho tiempo frente al espejo, retocando su cara sin importarle siquiera el desespero de Marga quien le recordaba a toda hora que debían convertir la noche en día.
Una noche cansada Tula de la insistencia de su ahijada le explicó que debía tejer una gran manta con lana blanca de ovejas y sin explicar nada más le entregó las agujas y una gran bola de lana.
Marga sin comprender pasó 100 días tejiendo sin parar, cuentan que debían llevarle los alimentos a la habitación y solo paraba para asearse. Durante todo este tiempo la Tula desapareció del pueblo solo que Marga, interesada en el premio ni cuenta se dio de la ausencia.
Así que justo el día 101 en que la gran manta medía 116 metros cuadrados, faltando solo unos minutos para las 12 de la noche del anterior día para otorgar el gran premio, apareció Tula, revisó la tarea dejada a su ahijada y satisfecha felicitándola le explicó:
_ Buen trabajo, ahora calladas colocaremos la manta sobre las copas de los árboles del pueblo y verás salir a todos de sus casas.
Así lo hicieron, una vez colocada la manta, Tula colocó una gran bombilla amarilla en el centro que alumbraba con tal luz como la del sol. Abuela Marga quedó asombrada, boquiabierta.
Aquella inmensa luz entró en cada casa para despertar a cuanto vecino dormía, quienes asustados se asomaban a sus puertas totalmente confusos, la noche se había convertido en día. Por eso mi abuela y su tatarabuela ganaron aquel premio.
Justo ahí que terminó su historia se quedó callada esperando el resultado, aquello fue la gran locura, Alberto y José Rolando sacaban cuentas, Anastasia y Ana Paula se quedaron boquiabiertas y María miraba aún la dedicatoria de Tula. Aprovechando tal entretenimiento mi amiga salió despacio del almacén ignorando nuestras dudas, que después de dos horas no habíamos podido aclarar.
Así que a ver si las aclaran ustedes, porque un hada no lo hará ya no las hay y desde ese día cada vez que llegó al almacén miro a todos lados por si aparece alguna.
Vaya y resulta que alguno de ustedes conoce alguna y pueda resolver aquella cuenta de Teca, que ni José Rolando pudo sacar.
Bravo Teca!!!! Las hadas existen, claro que sí. Lamentablemente cuando llegamos a la adultez las dejamos de ver.
ResponderEliminarTocas el alma al escribir así. Solo hay que tener el corazón puro para que esas adorables criaturas sigan dandonos la luz para seguir escribiendo cosas tan hermosas.
ResponderEliminarMe encantó el cuento. Muy bonito.
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